(ARCHIVO. 14 de mayo de 2000)
Pregunta: Después de hacer desaparecer la Estatua de la Libertad no sé qué más se puede hacer desaparecer.
Respuesta: Ahí está el reto. Se trata de convertir la magia en arte, en algo único. Y para eso tengo el cine. Quiero conseguir que la magia sea un espectáculo total: que haga reír, llorar, que a veces sea también un poquito "sexy"...
P.: ¿No le apetece volver a los orígenes?
R.: Claro, supongo que algún día lo haré. Otra vez la baraja, la mesa y un vasito de agua: y a ilusionar. ¿Sabe que la magia cura?
P.: ¿Se refiere a los milagros?
R.: No, a que cura. Aprender a hacer trucos de magia refuerza enormemente la autoestima y eso permite afrontar los problemas más inmediatos. No se trata solo de evasión de la realidad. Justo lo que necesitan miles de niños enfermos o en busca de la admiración, el aplauso y la fama.
Esa misma búsqueda de cariño le llevó a olvidarse de su Kotkin, dichoso apellido ruso que nadie sabe pronunciar, y a adoptar primero el Davino, apodo con el que cobraba 5 euros por aparición en las fiestas de cumpleaños de los niños del barrio, y por fin, tras dejar boquiabierto a todo el establishment de Broadway con su número de desaparición, a apropiarse de un apellido que suena en todo el mundo, el Copperfield del David de Charles Dickens.
Esa misma búsqueda de cariño le llevó a olvidarse de su Kotkin, dichoso apellido ruso que nadie sabe pronunciar, y a adoptar primero el Davino, apodo con el que cobraba 5 euros por aparición en las fiestas de cumpleaños de los niños del barrio, y por fin, tras dejar boquiabierto a todo el establishment de Broadway con su número de desaparición, a apropiarse de un apellido que suena en todo el mundo, el Copperfield del David de Charles Dickens.
Después de aquella aparición o desaparición en Broadway, protagonizó el musical The Magic Man, después volvió a Nueva York y la cadena ABC le contrató para un programa semanal titulado La Magia, y poco después le fichó la competencia: la CBS les robó a la que era la mayor estrella del ilusionismo americano por una cantidad obscena y el joven mago batió récords de audiencia con una serie de especiales (La magia de David Copperfield) que lo hicieron universalmente conocido (también se emitieron en España).
En esos especiales ha hecho desaparecer la Estatua de la Libertad en directo, ha atravesado la Gran Muralla China (el proyecto inicial era desaparecer un buen pedazo, pero ha optado por aplazarlo de momento), ha levitado por encima del Gran Cañón, se ha escapado de Alcatraz... y ha publicado un libro.
En esos especiales ha hecho desaparecer la Estatua de la Libertad en directo, ha atravesado la Gran Muralla China (el proyecto inicial era desaparecer un buen pedazo, pero ha optado por aplazarlo de momento), ha levitado por encima del Gran Cañón, se ha escapado de Alcatraz... y ha publicado un libro.
Pero aparte del peligro intelectual, su momento de coqueteo con la muerte se produjo durante su desafío a su maestro, el gran Houdini: durante el número, debía salir de un tanque de agua después de liberarse de unas cadenas. Resultó malherido durante un ensayo y las lesiones le obligaron a utilizar silla de ruedas durante unos meses hasta que volvió a realizar el número sin más contratiempos.
De esa experiencia proviene su especial obsesión por los magos muertos en acto de servicio, en plena actuación. De ahí que haya acumulado en su Museo de la Magia los objetos personales que hicieron famosos a esos taumaturgos heroicos.
Por ejemplo, el rifle de Chung Ling Soo, el arma que terminó con la vida del célebre ilusionista cuando practicaba la hazaña de coger la bala al vuelo. O el Gabinete del Espíritu de Dante: el precursor del show ilusionista del vampiro de medianoche que asustaba a los buscadores de emociones fuertes en los años cuarenta y cincuenta. O la silla de la princesa decapitada Maskelina, precursora del truco de la sierra de Orson Welles diseñado para Rita Hayworth y puesto en escena por Marlene Dietrich. O el Baúl de la Metamorfosis del Gran Houdini.
Otra demostración del infalible instinto de David Copperfield para captar la atención de los medios de comunicación es la elección de sus objetivos. Cuando ya los números de escapismo no eran novedad, fueron noticia otra vez porque Copperfield escogió el Triángulo de las Bermudas (hoy desaparecidas del interés informativo) para ser abducido y reaparecer en un show premiado con un Emmy.
Otro ejemplo de astucia mediática fue su programa de rehabilitación, destinado a niños que no han tenido ninguna suerte y están a punto de perder la ilusión.
P.: ¡Ah!
R.: Tengo un programa que sufrago en hospitales de 30 países para que se enseñe magia a esos niños enfermos.
P.: ¿No es usted también un poco niño?
R.: Si no lo fuera, no sería un buen mago. Soy un niño muy bien pagado, pero también debo ser un adulto muy responsable. Así que soy un Peter Pan muy bien pagado.
R.: Si no lo fuera, no sería un buen mago. Soy un niño muy bien pagado, pero también debo ser un adulto muy responsable. Así que soy un Peter Pan muy bien pagado.
P.: ¿Por su imaginación?
R.: Porque debo ser eternamente niño. No me puedo permitir envejecer mentalmente.
P.: ¿Mentalmente?
R.: Sí, me refiero a eso que les sucede a los estudiantes de cinematografía o a los grandes cineastas. Ya no pueden volver al cine, comprarse palomitas, relajarse y disfrutar. Solo ven defectos de montaje, de iluminación y cosas así. Yo me tengo que mantener como el niño que va al cine por primera vez, con la ilusión intacta, y espero que eso acabe reflejándose también en mi físico.
R.: Sí, me refiero a eso que les sucede a los estudiantes de cinematografía o a los grandes cineastas. Ya no pueden volver al cine, comprarse palomitas, relajarse y disfrutar. Solo ven defectos de montaje, de iluminación y cosas así. Yo me tengo que mantener como el niño que va al cine por primera vez, con la ilusión intacta, y espero que eso acabe reflejándose también en mi físico.
P.: Veo que le preocupa su físico.
R.: Bueno, quiera o no, es parte del espectáculo.
R.: Bueno, quiera o no, es parte del espectáculo.
P.: ¿Cuál es su proyecto mágico por llevar a cabo?
R.: A mí me pasa un poco como a los grandes alpinistas. ¿Que por qué escalan el Everest? Pues porque está ahí. Supongo que me quedé con las ganas de hacer desaparecer un buen pedazo de la Gran Muralla China.
R.: A mí me pasa un poco como a los grandes alpinistas. ¿Que por qué escalan el Everest? Pues porque está ahí. Supongo que me quedé con las ganas de hacer desaparecer un buen pedazo de la Gran Muralla China.
P.: ¿Es verdad que ustedes los americanos son más ingenuos, más infantiles?
R.: Pues sí, la verdad es que sí.
R.: Pues sí, la verdad es que sí.
P.: ¿Usted también?
R.: Bueno, mi caso es un poco diferente. Ustedes los europeos tienen miles de años de historia sobre sus espaldas y nosotros somos un país joven. Pero yo soy hijo de emigrantes rusos, soy europeo y entiendo ese poso de desconfianza hacia la novedad...
R.: Bueno, mi caso es un poco diferente. Ustedes los europeos tienen miles de años de historia sobre sus espaldas y nosotros somos un país joven. Pero yo soy hijo de emigrantes rusos, soy europeo y entiendo ese poso de desconfianza hacia la novedad...
P.: ¿Hacia la magia?
R.: No, no, los europeos necesitan ilusionarse también. Lo que nos hace a los americanos más abiertos es que somos un melting pot, una mezcla de razas y culturas.
R.: No, no, los europeos necesitan ilusionarse también. Lo que nos hace a los americanos más abiertos es que somos un melting pot, una mezcla de razas y culturas.
P.: Un gran mercado...
R.: Sí, desde luego, Estados Unidos sigue siendo el mejor laboratorio de audiencia para el espectáculo del mundo. Si funciona en Las Vegas, funcionará en París. O por lo menos a mí me va funcionando en todo el mundo.
R.: Sí, desde luego, Estados Unidos sigue siendo el mejor laboratorio de audiencia para el espectáculo del mundo. Si funciona en Las Vegas, funcionará en París. O por lo menos a mí me va funcionando en todo el mundo.
P.: ¿No se cansa de tanto avión?
R.: A veces, por eso los hago desaparecer. ¡Je! Bueno, en realidad me fascina ir a un sitio y no entender lo que dicen. Cuanto más diferente sea el país, mejor. Cuando voy a Japón, por ejemplo, es magia continua.
R.: A veces, por eso los hago desaparecer. ¡Je! Bueno, en realidad me fascina ir a un sitio y no entender lo que dicen. Cuanto más diferente sea el país, mejor. Cuando voy a Japón, por ejemplo, es magia continua.