miércoles, 1 de mayo de 2019

David Copperfield: Cuando logré volar me sentí el hombre más feliz del mundo.

El Dominical - 1 de noviembre de 1998.

El mago más popular de estos tiempos trae a Madrid y Barcelona un show “espectacular y personal”. Celoso de su trabajo y de su vida privada, Copperfield encaja con  estoicismo las esclavitudes de la fama, y se preocupa por mantener el misterio sobre su noviazgo con Claudia Shiffer y sobre la personalidad de ese niño que un día empezó a aprender trucos de su abuelo.


Para alguien que vive del truco, mantener sobre la cara el mismo rictus de autosuficiencia durante horas sin bajar la guardia no debe ser una tarea complicada. Pero queda la duda: quizá la mirada intrigante que David Copperfield porta en persona forme parte de una estrategia, o tal vez el hombre carece de más expresiones en su repertorio. Llega con los labios apretados en media sonrisa forzada, el tupé bien cardado a lo Lorenzo Lamas, el cuello tieso de una pieza y los ojos muy concentrados en la mirada, como si fuese hipnotizando a todo lo que encuentra a su paso.

La sesión fotográfica aún no ha comenzado y nadie en éste momento está actuando, pero la expresión de su cara es exactamente la misma que lució hace un rato mientras volaba, literalmente, sobre el escenario de Ford TheatrefortheArts de Toronto (Canadá) después de hacer desaparecer a una señora, partirse a sí mismo por la mitad sobre una mesa plegable y desgranar un surtido variado de números mágicos ante una audiencia entregada.

La misma mirada afectada –no hay otra- que saca en los enormes cartelones que empapelan estos días Madrid y Barcelona para anunciar que David Copperfield, el mago de los magos, nos ha elegido para mostrar sus prodigios. Sucederá del 4 al 8 en el Pabellón de Deportes de la Comunidad de Madrid, y del 11 al 15 en el PalauSant Jordi.


Esa pose tampoco va a variar en los 20 minutos que ofrece de entrevista antes de iniciar la segunda función de la jornada. No hay concesiones a la intimidad de la distancia corta, ni muestras de debilidad humana en el detalle. Va a ser como charlar un rato cómo con una compresa con alas: no se nota, no se moja, no traspasa… e incluso vuela. ¿Será que el misterio es connatural a su persona, o todo esto pertenece al andamiaje de su personaje? A ver si es que ser insípido forma parte de su mejor número de magia.

Si era así, su secretaria de imagen se encargó de destrozar el hechizo del momento. Llega dando órdenes a los fotógrafos sobre dónde han de colocarse los flashes y hasta qué distancia podrá acercarse con la cámara al mago "para no perjudicar la imagen pública del señor Copperfield” Luego señala la puerta por dónde va a aparecer, aclara el camino que cruzará en la pequeña sala y revisa el sillón donde estará sentado mientras dure el encuentro.

A esa hora todos ya estamos advertidos “Al señor Copperfield le irrita muchísimo que le pregunten acerca de su vida privada, será mejor que se limiten a hablar de magia. Y si tiene mucho interés en preguntarle por su novia, hágalo al final, por el bien de la entrevista” sugiere otra asistente antes de que se acerque el momento. El dará su versión más tarde con sus propias palabras de mago.


-A veces miro a mí alrededor y me enfurezco al descubrir que lo único que publica la prensa sobre nosotros los artistas hace referencia a la persona con la que tenemos un romance, de quién nos hemos separado, cuál es el último rumor íntimo que se cuenta, pero acerca de nuestro trabajo, nada.

Usted es mago, debería conocer los resortes de la curiosidad humana.
-Es el mismo morbo que sienten cuando ven un accidente de tráfico en la carretera y se paran a mirar el cadáver. Saben que no está bien detenerse, pero la curiosidad les impide pasar de largo.
-Probablemente si usted estuviese de éste lado sentiría la misma curiosidad.
-Quizá. Pero resulta que estoy del otro lado y necesito protegerme. Mire, yo soy mago, vivo de la ilusión de la gente y el secreto de mí negocio es sorprenderles, darles algo que no esperan o no comprenden. Si explico mis trucos desaparece el secreto, y si yo me muestro transparente, también pierdo mí encanto.


Al parecer tantas capas de misterio eran necesarias para convertir a “un chico tímido que tenía problemas para hacer amigos” (eso dice de él en Internet su propia página web) en el mago más famoso del planeta. A él, al menos, éste método le ha venido dando resultado desde la época en la que se hacía llamar Davino, y con sólo 11 años, les cobraba a sus compañeros de colegio cinco dólares por mostrar en las fiestas de cumpleaños los trucos que le había enseñado su abuelo.
Desde aquel David Kotkin-nacido hace 42 años en la localidad de Metuchen, en Nueva Jersey (EEUU),  hijo de unos emigrantes rusos- hasta el David Copperfield de hoy – rey de un imperio valorado por la revista Forbes en 7.000 millones de pesetas, lo que le convierte en uno de los artistas más adinerados del mundo-, el ilusionista ha demostrado tener tanto talento para la magia como para lo negocio, y la misma habilidad para el truco que para el montaje. Su carrera es la continúa ascensión por la curva del más difícil todavía, animado por una innata vocación de batalla contra las limitaciones físicas. Y todo con un solo lema por declaración de principios.
-Dónde otros dicen imposible, yo digo puede lograrse.
Y si puede lograrse, hay que hacerlo a lo grande. Copperfield decidió muy pronto que su magia no podía quedar limitada por las dimensiones de una mesa camilla, un tapete verde y la luz de una bombilla. No. Lo suyo había de ser espectacular, escandaloso, histórico, a escala mundial.
Haría desaparecer la estatua de La Libertad en un plisplas, protagonizaría una fuga a lo conde de Montecristo de la prisión de Alcatraz, pondría a levitar los vagones del Orient Express, igual que un Ibertren, atravesaría la muralla china como si fuera merengue de un paste… Lo consiguió. Aunque para ello recurriese a los efectos especiales y los juegos de luz e imágenes hasta un límite que los más puristas consideran lejano de la esencia de la magia. Pero mientras los ataques le siguen lloviendo por ésta circunstancia, sus más devotos admiradores se castigan los puños frotándose los ojos de asombro y sus padres, aquellos emigrantes rusos, no dan a basta para dirigir su club mundial de fans desde San Diego.

Su gran mérito, el argumento con el que David Copperfield se pasea por el globo, es ése: haber sacado la magia de las dimensiones de la chistera conejera hasta convertirla en un espectáculo de masas. En el camino, el morbo que concentra su nombre también ha ido creciendo en proporción geométrica hasta hacer de él un personaje de cinco estrellas, más asiduo a las revistas del corazón y las cenas benéficas que a los tratados de juegos de naipes.
-¿Estoy hablando con un mago o con un showman?
-Le respondo con otra pregunta. ¿Diría que Frank Sinatra era un cantante o un showman? En espectáculos como el mío, necesariamente tiene que haber de todo. Hay magia, que es la base, pero también hay algo más. Se trata de asombrar a la gente.
-Yo me refería a la disposición de su ánimo cuando se pone a trabajar. ¿Se siente tan mago como en los inicios de su carrera o lo suyo es ya otra cosa?
-Mí único intención es disfrutar con lo que creo sobre el escenario y compartir esa emoción que siento mientras les hago pasar un rato entretenido.
-Hábleme del espectáculo que va a llevar a España. ¿Prima la gran producción sobre la magia? ¿Piensa hacer desaparecer la estatua de Colón?
-Voy a intentar hacer un show que sea a la vez espectacular y personal. Habrá grandes números, incluso peligrosos, pero también quiero que todo sea muy romántico, con pasión, mucho baile y mucha magia íntima. Sólo pretendo que el público me acompañe por ese viaje.
-¿Cuándo está de gira sigue investigando nuevos grandes números?
-Eso nunca se detiene. Cuando viajo viene conmigo un equipo de 50 personas y un estudio. El Laboratorio Mágico. Son ordenadores y aparatos de gran tecnología con los que vamos ideando y ensayando los números que mostraré en futuras giras.
-¿Por dónde van esas investigaciones? ¿Le quedan todavía retos que superar?
-Hay muchas cosas en mí imaginación que me gustaría hacer realidad y ahora estoy trabajando en la manera de lograrlo. Pero no puedo decirle nada, esto es alto secreto. Me juego mucho dinero y estoy harto de que me copien las ideas. Por eso he decidido mantener el secreto y el misterio al máximo, cómo hace Spielberg con sus películas, que obliga a los actores a quemar el guión antes de irse a casa para que nadie pueda desvelarlo.


-Mirando hacia atrás, ¿cuál ha sido el número de magia que más satisfacción personal le ha producido?
-El de volar. Ésta es la eterna aspiración humana. Desde que era un crío yo también he soñado con volar, y cuando lo conseguí, me sentí el hombre más feliz del mundo.
-¿Su felicidad personal y su satisfacción como mago dónde se localizan?
-El mejor momento e cuando creo algo nuevo. Puedo estar meses con un truco, intentándolo cada día, pero el momento en el que lo consigo es el más grande. Es lógico, yo soy un creador, lo mío es creativo y trabajar con un truco nuevo es como empezar a escribir una página en blanco.
-¿La magia es técnica o es emoción?
-Eso va al 50 %. Una parte es técnica, pero también están las palabras, la historia que cuento, cómo la cuento, cómo me presento, el poder de mí mirada y otras cosas.
-Sin embargo, hay quienes le critican acusándolo de abusar de la tecnología y llevar a la magia lejos de su esencia.
-En la vida siempre hay gente dispuesta a machacarte, pero eso es parte del juego.
-¿Cómo definiría el espíritu de lo que crea?
-Definiéndome a mí mismo: yo me considero un hombre que trabaja por lo suyo, y antes que nada, soy un romántico.
-La fama que ha logrado su nombre por distintas circunstancias, supera a veces la de su propio espectáculo ¿Cómo encaja usted que mucha gente vaya a verle por morbo, más que por sus números?
-Eso me da igual. Mientras sigan llenando los teatros donde trabajo, estaré contento.
A esa pátina de hombre-gala y personaje de revista que hoy acumula Copperfield ha ayudado mucho el noviazgo que desde 1993 viene protagonizando con la top model Claudia Shiffer. Al parecer, la maniquí cayó rendida a sus brazos después de verle actuar en Berlín, lo que convirtió a la pareja en un nuevo paradigma de la perfección llevado a los asuntos del corazón: la más bella con el más mago, los Barbie y Ken del candelero mundial. Demasiado pulcro, redondo, y sin aristas para ser cierto. Tanto que en estos años las dudas sobre la relación no han cesado y aún hoy tienen que justificar públicamente que lo que hay entre ellos es amor y no un puro montaje publicitario. De nuevo la duda del montaje. Es lo que tiene pasarse toda la vida viviendo del truco.


-El morbo de su relación amorosa puede acabar convirtiéndole en “el novio mago de Claudia Shiffer”, y no al revés.
-Le digo lo de antes. No me importa, mientras la gente siga viniendo a mí espectáculo.
-Por cierto, ella se está construyendo una casa en España. ¿Piensa visitar nuestro país a menudo?
-Probablemente sí.
-¿Se imagina una boda en Mallorca?
-Sería una buena idea. ¿Por qué no?

En las fotografías:
1.- Trucos bañados en oro. Copperfield se ha hecho millonario con sus espectaculares montajes.
2.- 'Top secret'. "Estoy harto de que me copien las ideas, por eso quiero mantener el secreto al máximo".
3.- Atado al misterio. Muchos consideran su romance con Claudia Schiffer un montaje más.