«Cuando voy a España y camino por la calle, la gente me reconoce y eso es estupendo»(El Semanal. Año 1998)
Su domicilio permanente se encuentra en Las Vegas y no es un lujoso chalé en las afueras ni un deslumbrante ático en un hotel, sino una construcción funcional, levantada en un lugar secreto -eso al menos sostiene su equipo- y pegada a un almacén donde el artista guarda todos sus trucos de magia, archiva absolutamente todo lo que se publica sobre él y acumula los tesoros que va consiguiendo en su faceta de coleccionista multimillonario y exquisito. En el museo privado de David se puede encontrar desde el baúl original en el que Houdini realizaba su "Metamorfosis", hasta un frac de Fred Astaire o las inquietantes marionetas de Charlie McCarthy, pasando por unas diabólicas y minuciosas maquinarias de Robert Houdin o por un par de sillas explosivas en las que al travieso Copperfield le gusta sentar a las personalidades de más renombre para darles un susto de muerte.
¿No tiene a veces la impresión de poder jugar con la gente, de tener una capacidad especial para manipular a los demás?
Bueno... no juego con la gente más de lo que ellos juegan conmigo. También a mí se me puede engañar, no crea...
En el escenario, todo es una ilusión. ¿Lo es usted?
Para nada. Yo soy un ser bastante real.
Pero su profesión le obliga a mentir. Nos hace creer que están ocurriendo cosas que en realidad no ocurren...
Es cierto que juego con la fantasía, pero cuando trabajo estoy siendo absolutamente honesto. Yo me anuncio como ilusionista, por lo tanto, no miento, ni engaño a nadie. Soy como un director de cine. Spielberg no pretende hacerle creer a la gente que E.T. es real. Lo presenta como una película. Otra cosa es que el personaje acabe conmoviendo al espectador tanto como si fuera de verdad. Ésa es la magia. Y no hay nada de mentira en ello. En mi vida privada, es lo mismo. Me considero un tipo bastante honesto y amante de la verdad. Incluso cuando actúo como un chiquillo. ¿Ese intento de no perder el niño que lleva dentro se debe a que tuvo una infancia feliz?
Pues la verdad es que no fui un niño demasiado feliz, porque estaba excesivamente enfocado a convertirme en un mago de éxito. En realidad, soy más niño ahora que cuando tenía la edad de serlo; soy como un niño de 14 años.
¿La obsesión por ser alguien no le dejó disfrutar de la infancia?
Digamos que no me permitía relajarme. Yo quería convertirme en un gran mago. Muchas de las cosas que soñé las he alcanzado ya. De manera que ahora puedo jugar con más despreocupación que entonces.
Se ha comparado con Steven Spielberg. ¿Se pondrá tras una cámara en el futuro?
No lo descarto. Pero no tengo ni idea del tipo de película que haré. Mis favoritas son El mago de Oz y Lo que el viento se llevó. También admiro mucho a Orson Welles, sobre todo en su etapa de juventud. Así que en una de éstas, igual me da por rodar Ciudadano David.
¿Esos chistes que cuenta en el escenario y el humor que despliega son de su propia cosecha o se atiene a un guión?
Todo es mío.¿Y no le han dicho nunca que podría tener un "show" de humor en la televisión?
Continuamente. Pero, ¿sabe qué ocurre? Que no tienen dinero para pagar mi caché [Risas]. No, ahora en serio, me gusta demasiado lo que hago y sentir a la gente en directo.¿Por qué ha esperado tanto para actuar en España?
Sencillamente, porque nadie me lo había propuesto antes. Y en todo caso, creo que es el momento oportuno. Cuando voy a España y camino por la calle, la gente me conoce, han visto mi espectáculo en televisión, y eso es estupendo. Así que allá voy.
¿Cómo se imagina al público español?
No lo sé, pero por las reacciones que veo en la calle parece encantador. Espero que les guste mi trabajo. ¿Usted qué opina? ¿Les gustará?
Supongo que sí, pero mi consejo es que si va a bromear tanto sobre el escenario se busque un buen intérprete.
¿Sabe una cosa? Creo que podría intentar hacerlo en español. Sí, me siento capaz de hablar español.
Pues si le parece continuamos la entrevista en español.
Ah, no. Sólo soy capaz de hablarlo cuando actúo [Risas].
(Continuará)
[El Semanal. 25 de octubre de 1998]