lunes, 15 de noviembre de 2010

Flying in Las Vegas

David Copperfield vuela en el ‘‘show” que traerá a España en noviembre (1998)

En la película “Leaving Las Vegas”, el único empeño de su protagonista, Nicolas Cage —amén de intentar ganar un Oscar que finalmente consiguió—, era morir nadando en alcohol. El mago David Copperfield, novio oficial de la “top model” Claudia Schiffer, lo único que pretende cada tarde y cada noche, en el “show” que ofrece en el mítico Caesars Palace de Las Vegas, es que sus espectadores sigan vivitos y coleando para que, después de contemplar cómo vuela a lo ancho y largo del escenario del Circus Maximus y cómo hace desaparecer a trece personas del público, entre otros prodigios, sigan dejándose los dólares en las máquinas tragaperras y las mesas que les esperan ansiosas a la salida del espectáculo. Es el espectáculo que, corregido y aumentado —aunque con idéntico título, “Yo”—, presentará el próximo mes de noviembre en España.

Madrid y Barcelona

Para ser más precisos, David Copperfield solamente actuará en Madrid y Barcelona. Primero ofrecerá su “show” en la capital española, en el Palacio de los Deportes de la Comunidad, entre el día 4 y el 8 del próximo mes, para trasladarse seguidamente a la Ciudad Condal, donde, entre el día 11 y el 15, actuará en el Palau Sant Jordi. Los precios de las entradas para ambas ciudades están entre las 4.000 y las 15.000 pesetas.

David Copperfield, tras recalar en Alemania, actuará por primera vez en España avalado por los espectáculos que se han podido ver a través de la pequeña pantalla y por salir de vez en cuando —poco, a decir verdad— en los papeles rosas acompañado por Claudia Schiffer, su novia en la distancia.

A sus 42 años, David Copperfield —en realidad su verdadero nombre es David Kotkin— está considerado el mejor mago del mundo y el que, sin renunciar a la esencia de la magia, a los trucos de toda la vida, ha conseguido convertir su trabajo en un megaespectáculo que convoca a las masas. Lo prueban los llenos absolutos que consigue dos veces al día en el Caesars Palace de Las Vegas desde el pasado 18 de septiembre.

Mil personas pagan religiosamente los 80 dólares (unas 12.000 pesetas) exigidos en taquilla por poco más de una hora de espectáculo, en el que los que conocen al popular ilusionista por sus apariciones televisivas descubrirán que, con los años, se ha alejado de unas poses amaneradas y exageradamente teatrales, apenas apoyadas en el diálogo, para convertirse casi en un “showman” que no para de hablar y que consigue casar con éxito la magia con el humor en un “show” espectacular, pero en el que no se encuentra casi nada realmente nuevo.

Lo novedoso, sin duda, es la puesta en escena, y la espectacularidad de la misma, que empieza con la propia aparición del mago en el escenario, que explica al público su temprana vocación por la prestidigitación y el ilusionismo con unas entrañables filmaciones caseras en las que ya demuestra su habilidad para la manipulación de cartas. La misma que demuestra en directo, tanto en un truco de micromagia —convenientemente amplificado por una gigantesca pantalla de vídeo— como cuando hace partícipe de otro juego con los naipes a todo el público, el cual, tras seguir las inspiraciones de Copperfield, acaba con la misma carta en la mano.

Los platos fuertes del “show” son, sin embargo, los que necesitan de su parafernalia escénica, como una versión actualizada de un viejo truco del mítico mago Houdini —maestro reconocido de Copperfield—, “Metamorfosis”, en el que, en tres segundos y después de ejecutar ante el público una coreografía más o menos erótica y sensual, el mago estadounidense ocupa el lugar de su bella acompañante y ésta el de él para pasmo del personal, que también tendrá la oportunidad de ver cómo el cuerpo de David Copperfield se parte literalmente en dos o cómo desaparece engullido por un ventilador asesino gigante y reaparece apenas unos segundos después en medio de la platea del teatro.

Todo ello con una puesta en escena muy del gusto del hombre que cuenta en su haber —entre otras conocidas y bien publicitadas gestas— con la desaparición de la estatua de la Libertad, de un vagón del mítico Orient Express o de un avión de más de setenta toneladas; o de quien, como quien no quiere la cosa, se precipita fuertemente maniatado por las cataratas del Niágara y emerge de las aguas pocos segundos después izado por un helicóptero o se da el gusto de atravesar, cual fantasma, la milenaria muralla china. Menos aparatosos y ya muy vistos resultan otros dos números del espectáculo en los que el mago intercambia la ropa interior de dos señoras o señoritas del público —algo realmente picante para el puritano público norteamericano— o aquel en el que hace cantar a una corbata que acabará consiguiendo el coro de otras tres colegas.

Las mejores cartas

Consciente de que, llegados a ese momento, el espectáculo ha sufrido un bajón, Copperfield se guarda en la manga las dos mejores cartas para ofrecer: volar ante la audiencia acompañado por un miembro del público y hacer desaparecer a trece espectadores, un juego que justificó explicando que a menudo muchas mujeres le paraban por la calle y le preguntaban: “¿Podría hacer desaparecer a mi marido?”. Un reto que Copperfield no acepta al ciento por ciento: no son sólo los maridos quienes desaparecen, también hay algunas esposas.

Sólo queda avisar al público de Madrid y Barcelona que piense acudir a ver el espectáculo del mago que no se preocupen por la posibilidad de ser seleccionados para desaparecer en directo: a la salida descubrimos a más de uno y más de dos de los que habían subido al escenario del Caesars Palace para iniciar un aparente viaje a ninguna parte. Lo dicho: Las Vegas les esperaba afuera. Y es que el negocio, como el espectáculo, debe continuar.

LOS TRUCOS

LOS NAIPES. Siguiendo las inspiraciones de Copperfield, todo el público acaba con la misma carta en la mano.

LA METAMORFOSIS. Tras ejecutar ante el público una coreografía más o menos erótica y sensual, en sólo tres segundos el mago ocupa el lugar de su bella acompañante y ésta el de él.

EL VENTILADOR ASESINO. Copperfield desaparece engullido por un ventilador gigante y reaparece segundos después en medio de la sala. En otro momento del espectáculo, el cuerpo del mago se parte literalmente en dos.

INTERCAMBIO DE ROPA. El mago consigue intercambiar la ropa interior de dos señoras del público.

CORBATAS QUE CANTAN. David Copperfield hace cantar a una corbata y acaba consiguiendo que otras tres la acompañen a coro.

EL VUELO. Acompañado por un miembro del público, el mago vuela ante la audiencia.

LA DESAPARICIÓN. Al final del espectáculo, Copperfield hace desaparecer a un grupo de espectadores.

[Hemeroteca de La Vanguardia. Octubre de 1998]

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