Cuando presenciamos un espectáculo de David Copperfield, lo que permanece para siempre grabado en nuestras retinas suele ser alguno de los momentos cumbre del show: una desaparición, una aparición, el vuelo de David sobre el escenario, etc. Es decir, recordamos las ilusiones en sí, sobre todo momentos concretos (seguro que muchos de vosotros os acordáis, por ejemplo, de la divertida compresión de David en Squeezebox, y en especial del gran momento en que su cabeza y sus pies llegan casi a tocarse).
Sin embargo, y para que cada una de las ilusiones consiga llevarse a cabo con toda su belleza y dinamismo, es necesaria una puesta en escena única, trabajada y estudiada hasta el más mínimo detalle. Así, aparte de crear y representar los efectos mágicos en el espectáculo, el escenario debe ser previamente acondicionado con toda clase de ornamentaciones, elementos y marcas. Además, una intrincada red de focos se encargará de uno de los aspectos más importantes en todo espectáculo mágico: la iluminación. De manera que, si prestamos un poco de atención, observaremos que no solo el escenario se encuentra iluminado, sino que dichos efectos de luz se encuentran repartidos por la práctica totalidad del auditorio, el cual se convierte así en una parte más del show (recordemos que David suele emplear las gradas de público para "completar" muchas de sus ilusiones; de igual modo, son frecuentes sus paseos entre los asistentes al espectáculo para elegir personas o realizar efectos de magia de cerca).
Todo ello para conseguir que la magia y la espectacularidad estén presentes desde el mismo momento en que empieza la representación, y no únicamente en las ilusiones propiamente dichas.
Un claro ejemplo es la entrada de David en el especial de las Cataratas del Niágara: a pesar de que la aparición del mago no responde al empleo de ninguna ilusión, el efecto en el espectador es tanto o más potente. La situación es la siguiente: la zona de público se encuentra iluminada y el escenario en penumbra, casi a oscuras, lo que acrecienta la sensación de misterio, incertidumbre e impaciencia en el espectador. Y en un determinado momento aparece un individuo a bordo de una Harley. El público, evidentemente, sabe que se trata de David Copperfield, pero la ausencia
de iluminación mantiene el misterio. Cuando el mago se baja de la moto, se produce uno de los clásicos juegos de luz: unos cuantos focos iluminan por detrás a David, por lo que únicamente podemos ver su silueta junto a la motocicleta. Hasta que, finalmente, es enfocado también por delante y se escuchan los gritos y silbidos del público, señal inequívoca de que el mago acaba de ser "reconocido". Si a ello le sumamos la canción de U2
Where the streets have no name (la cual os recomendamos escuchar, especialmente su parte final, que corresponde al juego de luces de la entrada), obtenemos un inicio de espectáculo fantástico, propio de una gran estrella a nivel mundial.
La magia de David Copperfield está repleta de escenas y juegos de luces como el que acabamos de comentar. Tan solo hace falta un poco de atención a los "pequeños" detalles y descubriremos que los shows del gran mago norteamericano expresan muchas más cosas de las que podemos advertir a simple vista.
A continuación, exponemos el vídeo "15 años de magia", en el que aparecen recopiladas algunas de las ilusiones más impactantes de la primera época de Copperfield. Deseamos que no solo os fijéis en los efectos, sino también en todo lo demás: escenario, movimientos, ayudantes, efectos de sonido, iluminación, etc. Os aseguramos que vale la pena.